Yo he tenido en mi vida unos cuantos trabajos. Muchos. También he tenido desempleos productivos e improductivos, ocio a carajazos. Misiones posibles e imposibles, tareas, encomiendas, ocupaciones varias. Pero nunca hasta ahora había sentido que llegó el momento de decir esto, con plena convicción: estoy llevando a cabo la misión más importante de mi vida. El trabajo, la tarea a causa de la cual puedo asegurar que ya no me ocurrirá una cosa desastrosa: llegar a viejo o asomarse a la muerte y escuchar desde adentro una voz que dice "Se te fue la vida y perdiste el tiempo, perro, no hiciste nada perdurable".
Hace tres meses llegó la convocatoria y la concreción de parte de Oscar Acosta, presidente de Fundarte, quien me soltó algo como: "Hermano, vamos a publicar los libros de las parroquias del municipio Libertador, las historias parroquiales". Cosa que en boca de cualquiera pudiera sonar a "vamos a publicar unos libros". Pero no desde la visión del mundo que tiene este pana. Oscar aprendió hace tiempo que la Historia es mucho más que un reguero de fechas, batallas, nombres de presidentes y caudillos y una materia que uno pasa con 10 ó con 20 en la escuela, y en cualquiera de los casos lo deja a uno ignorante de la verdad de la hechura de los hombres. Hay libros en las metas del proyecto, sí. También grabaciones, fotografías, videos. Tengo entonces el honor y la felicidad de ser el coordinador del proyecto.
A todos nos ha rondado la idea alguna vez, como nos rondan esos proyectos que nunca realizaremos: rescatar una historia o mucha historias, recolectar las vivencias y avatares que en su conjunto le han dado forma a familias, localidades, países. El ser humano es un bicho memorioso, sólo que no todos tenemos la plena conciencia de que la memoria pura tiene continuadores y repetidores, pero también un fin: cada anciano que se nos muere se está llevando a la tumba una porción de recuerdos, evocaciones. Cada hombre o mujer que se apaga es un archivo de datos que se pierde. Mientras, los historiadores sólo se ocuparán de otras cosas: de acontecimientos, de procesos o de héroes, pero nunca de la gente.
Hace tres meses llegó la convocatoria y la concreción de parte de Oscar Acosta, presidente de Fundarte, quien me soltó algo como: "Hermano, vamos a publicar los libros de las parroquias del municipio Libertador, las historias parroquiales". Cosa que en boca de cualquiera pudiera sonar a "vamos a publicar unos libros". Pero no desde la visión del mundo que tiene este pana. Oscar aprendió hace tiempo que la Historia es mucho más que un reguero de fechas, batallas, nombres de presidentes y caudillos y una materia que uno pasa con 10 ó con 20 en la escuela, y en cualquiera de los casos lo deja a uno ignorante de la verdad de la hechura de los hombres. Hay libros en las metas del proyecto, sí. También grabaciones, fotografías, videos. Tengo entonces el honor y la felicidad de ser el coordinador del proyecto.
La sustancia, el sedimento grandioso del proyecto, permanece semioculto pero allí está, disponible para quien quiera verlo. Sucede que los autores de esos libros no serán unos señores muy sabios y muy "inteligentes" que les enseñarán a los sanjuaneros qué cosa es San Juan, sino un producto colectivo alimentado de vivencias directas y protagonismos a vena abierta. Los autores del libro serán el ama de casa que vio a Pérez Jiménez supervisar la construcción de los bloques de El Silencio y luego invadió a la fuerza uno de aquellos apartamentos; el conductor del autobús que le conoció la vida a un gentío y presenció historias menores y mayores durante sus buenos 50 años; el jodedorcito del barrio (Casagua, lo llamaban) que a los 8 años decidió sembrar la pepa de un mango que se estaba comiendo, y que al cabo de los años y hasta su muerte tuvo la satisfacción de ver como el árbol que allí creció fue referencia para la comunidad, pues no hubo grupo organizado, borracho o visitante alegre que no se instalara allí a conversar, a echar cocos, a hablar de política o a contar chismes; los autores son seres cuyos nombres no aparecen en los libros de lo que oficialmente y desde la academia se conoce como "historia", sino gente que hace Historia a su manera: no escribiendo libros sino escribiendo sociedades a punta de barro, sangre y cojones.
Ya hay un equipo montado en esta construcción maravillosa. Está Sandra Zapata, coordinadora de Publicaciones de Fundarte y su gente de la misma institución, y un grupo de no-funcionarios en el que se encuentran Freddy Mendoza, Gustavo Borges, Rafael Gómez, Jesús Arteaga, Henry Rojas, Efraín Valenzuela.
¿Quién no se ha detenido a escuchar los cuentos de nuestros ancianos? ¿Quién, cayéndose a palos en cualquier esquina, no se ha enterado de detalles insólitos o increíbles de la fundación de un sector? ¿A cuántos seres humanos devastados por la exclusión no hemos visto convertirse en "locos" inolvidables, en músicos callejeros, en mendigos que se hicieron referencias inseparables de determinados sectores? ¿Cuántas de estas personas no le dieron, con su sola presencia, nombre e identidad (toponímicos) a lugares muy concurridos? ¿Por qué hemos tardado tanto tiempo en indagar, conversando con testigos de excepción o protagonistas, por qué se llaman como se llaman el sector El Polvorín, en La Pastora; El Rincón del Taxista y Camboya, en el 23 de Enero; el barrio El Milagro o el callejón Oriente, en La Vega?
¿Quién no se ha detenido a escuchar los cuentos de nuestros ancianos? ¿Quién, cayéndose a palos en cualquier esquina, no se ha enterado de detalles insólitos o increíbles de la fundación de un sector? ¿A cuántos seres humanos devastados por la exclusión no hemos visto convertirse en "locos" inolvidables, en músicos callejeros, en mendigos que se hicieron referencias inseparables de determinados sectores? ¿Cuántas de estas personas no le dieron, con su sola presencia, nombre e identidad (toponímicos) a lugares muy concurridos? ¿Por qué hemos tardado tanto tiempo en indagar, conversando con testigos de excepción o protagonistas, por qué se llaman como se llaman el sector El Polvorín, en La Pastora; El Rincón del Taxista y Camboya, en el 23 de Enero; el barrio El Milagro o el callejón Oriente, en La Vega?
¿Por qué aceptar dócilmente las denominaciones oficiales impuestas por los Gobiernos? ¿Por qué hay tantos callejones, esquinas y escaleras que llevan el nombre de la puta que hizo hombres a tantos vecinos; nombres del dirigente y patriarca adeco que las fundó a punta de conseguirles tablas y láminas de zinc a los pioneros? ¿Por qué en la cartografía oficial sólo aparecen los nombres de "grandes" personajes, asociados a grandes avenidas o construcciones formales, y se sigue ignorando la pujanza informal que ha hecho posible el levantamiento de muchas comunidades, algunas más hermosas y algunas más peligrosas que otras?
Apenas hemos visitado, como equipo, dos comunidades (luego de tanto visitar y vivir y patear y ser pateados en ellas, individualmente), y ya hierven nuestros registros de historias formidables y descubrimientos. Para el seguimiento de cuanto revele esta fantástica iniciativa Fundarte abrirá en breve un blog o bitácora. Les avisaré de ello en cuanto esto se produzca. Mientras tanto, acompañan a este resumen algunas fotografías tomadas en La Vega y el Veintitrés. Ya vendrán otros detalles.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario